miércoles, 25 de julio de 2012

Subterraneos (y Premetro) en Buenos Aires

Un pequeño conjunto de bagones pintados en los subterraneos de Buenos Aires. ¿Es más barato que la pintura de las formaciones la p'aguen los graffiteros? :-)
Que las disfruten.

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Línea A. Estación Plaza de Mayo

Línea A. Estación Plaza de Mayo

Línea A. Estación Plaza de Mayo


Línea A. Estación Plaza de Mayo

Línea A. Estación Plaza de Mayo

Línea A. Estación Plaza de Mayo


Premetro. Intendente Saguier

Premetro. Intendente Saguier

Premetro. Intendente Saguier

Línea A. Estación Puán


Línea A. Estación Puán

Línea A. Estación Plaza de Mayo





































by r2003

viernes, 2 de diciembre de 2011

Apuntes y disquisiciones acerca de la preeminencia actual del género “tag” al interior de los graffitis, en Buenos Aires

(Colaboración de Claudia López Barros)

Estas palabras surgen luego de relevar parte de las paredes de la ciudad de Buenos Aires (microcentro y los barrios de Caballito, Congreso, Montserrat, Villa Pueyrredón, Almagro y Palermo) en el corriente año y observar una elevada presencia de tags en desmedro de graffitis de imágenes o mixtos (imágenes con leyendas y tag), en el último año, en esos mismos espacios[1].

Consideramos al graffiti como una práctica discursiva urbana que alberga distintos géneros, como por ejemplo el de los tags (las firmas de los graffiteros), el que es atravesado por diferentes estilos[2]. En el “tag” o firma podemos encontrar el privilegio de la escritura, la expresión de la letra.
Extensas páginas se han referido al predominio de la imagen sobre la palabra, en cambio, en el tag la palabra, las letras en sí mismas, son las protagonistas (si bien es cierto que en muchos tags podemos encontrar elementos icónicos).
Atendiendo a los múltiples estilos caligráficos que pueden observarse en los distintos muros, vagones de trenes, subtes u otros vehículos, en líneas generales se juega con las letras produciendo muchas veces un efecto de distorsión de los trazos que dificulta su interpretación, se produce además un efecto estético que colabora en la construcción de las características de cada uno de los diversos estilos de “tags”.

Para la ejemplificación de los diferentes grados de legibilidad aparecen distintos estilos de firmas que se configuran a partir de la identificación de los rasgos formales de las letras, puestas en juego en esa escritura. En algunos casos no se reconoce la palabra o las letras pero sí las formas que estas presentan y que se repiten en distintos tags.
En Book of Tags[3], distintos autores debaten acerca de si el tagging, es decir hacer tags o firmas, es o no “un fenómeno que esta en la fina línea entre el arte y el vandalismo”[4], allí se menciona que:
“Lo que empezo en los ’70s para los jóvenes como una forma de marcar su territorio en New York y en los subtes ha crecido en un movimiento mundial".
Una de las preguntas que hoy nos surge es: ¿continúan siendo hoy los tags una marcación de territorio?, ¿qué alcances o sentidos despliega esta “marcación”?
Tendemos a creer que la función inicial e indicial que se le ha adjudicado a los tags ha cambiado. Si bien encontramos ciertos tags que demarcan ciertas zonas geográficas o barrios, existe una convivencia de distintos tags que “marcan” el mismo territorio de manera simultánea.
¿Qué ocurre con los distintos soportes en los que se asientan estas firmas?, ya que pueden ser fijos como el uso de las paredes, los muros o bien pueden ser móviles/fijos cuando se trata de los tags que se asientan en los trenes, subterráneos, pero también camiones, ómnibus que están en movimiento y luego se encuentran estacionados.
Estos recorridos de todos modos podrían establecer un trayecto “fijo” que marca un territorio (en el caso de los trenes, subtes, ómnibus, siendo más lábil en camiones).
Una de las razones posibles considerando la proliferación, es decir el criterio de cantidad y que ha sido explicitado en distintos estudios sobre los graffitis[5], en relación con los tags, es el hecho de ser una práctica que involucra un tiempo muy corto de ejecución. Realizar un tag, principalmente atendiendo a un estilo que sólo implique el trazado de las letras[6] (legibles o no, con íconos o no como es el caso de las coronas, los corazones, las flechas) que no son rellenas (estilo de letras “de pompa”) o con rebordes es muy rápido y con un bajo uso y costo de materiales.
Entonces este tipo de firmas o tags se constituyen en un modo muy rápido en el que un escritor (que plasma su firma) se da a conocer, inscribe de manera pública su “sello” en las calles con el simple uso de un marcador o un aerosol.
La firma en tanto signo, atendiendo a las categorías señaladas por Peirce, es un símbolo, que puede contener elementos icónicos. Dejamos de lado los análisis de la grafología que estudian los distintos elementos ¿psicológicos? o de carácter que pueden ser interpretados en el análisis de las formas de cada trazo de la firma.
Nos detenemos en esta multiplicidad de firmas que exhiben calles y vehículos metropolitanos, nos interesa pensar y preguntarnos por ese afán y esa insistencia en plasmar la firma.
Más que a una “marcación” de territorio, que inevitablemente ocurre, aventuramos que se trata de una necesidad expresiva del yo que desea manifestarse públicamente, tal como el adolescente no cesa de escribir y dibujar su nombre en la hoja de carpeta mientras el sonido de la voz del profesor queda como una suerte de música funcional.
Despegamos del concepto de “marcación” tal como es entendido habitualmente porque está asociado a la identificación de “pandillas” o tribus urbanas que “marcan” el espacio de acción y que es interpretado como un accionar mafioso.
Nos centramos en esas superficies en las que se observa una proliferación de tags que conviven y que no necesariamente “marcan” de ese modo el territorio, esa zona, ese barrio, ese recorrido.
Hablábamos de la firma como símbolo que es una exhibición de la identidad del escritor, del firmante, pero que es un mostrarse de manera opaca, esa identidad queda “cubierta” bajo el estilo de esas formas convencionales[7] que adopta.
Cuando uno firma, en general, está rubricando algo con lo que se compromete, o bien asintiendo que eso que ha escrito es de su autoría, o que se hace cargo de un pago, etc. Cuando se firman las paredes, ¿con qué se compromete el escritor?, ¿con la estetización de esa superficie urbana?, ¿con el señalamiento de su individualidad ciudadana?, ¿con la exposición de una transgresión?
Sospechamos que una faceta lúdica está presente en esta práctica para el autor, y ese juego se transforma en competencia en aquellos espacios en los que se multiplican los firmantes.
En esa disputa de territorios observamos al menos dos mecanismos que juegan a un cierto destaque: uno es el uso de la hipérbole, los tags de letras redondeadas de gran tamaño, pintadas de colores (pero estas llevan más tiempo de ejecución); otro es el de los estilos de tags que tienden a la ilegibilidad extrema, por lo que proponen un juego de desciframiento al lector-transeúnte.
Finalmente, si los tags suelen plasmarse en los muros (aunque no solo en ellos), entonces, ¿es posible salir a firmar los muros de facebook?
OK, entonces, me voy “de tagging”.


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[1] Este relevamiento ha sido realizado por R2003 – Graffitis (http://www.r2003.com.ar/).
[2] Para la noción de género discursivo puede consultarse Bajtín, M. (1979) (1982): El Problema de los Géneros discursivos, en Estética de la creación verbal, México: Ed. Siglo XXI, pp 248-293. En relación no sólo con el concepto de género sino también con el de los estilos marcando sus diferencias puede ampliarse en Oscar Steimberg (1993) Semiótica de los medios masivos, Buenos Aires, Atuel,pp: 45-84.
[3] El libro Book of Tags recopila el trabajo de 300 artistas de Graffiti de 20 países y explora esta forma de arte urbana a través de 5 ensayos escritos por diseñadores, calígrafos, arquitectos y artistas de Suiza hasta San Francisco. A un lado de los fotógrafos de todo el mundo, el Book of Tags incluye paginas completas con ejemplos de diferentes tags con la explicación de los estilos caligráficos que abarca. Editorial Kitchen 93.
[4] No es nuestro interés aquí debatir sobre la calificación de “vandalismo” en contraposición a la de experiencia artística, este tipo de intervenciones estéticas corren siempre ese riesgo de quedar atrapadas desde una crítica moral en esa falsa dicotomía arte-vandalismo, tal como el arte conceptual desde la crítica periodística o incluso parte de la académica era fijado en otro falso binomio como el de “arte-locura”. Leemos los tags como expresiones que son parte de un arte callejero.
[5] Sobre los graffitis y sus características puede consultarse a autores como Lelia Gándara y Armando Silva, especialistas en este tema.
[6] Hablamos por ejemplo del estilo Broadway Elegant. Para un detalle de distintos estilos de tags puede consultarse; http://www.valladolidwebmusical.org/graffiti/historia/09morfologia.html.
[7] Utilizamos “convencionales” en el sentido asignado al nivel de lo simbólico, específicamente a las letras de esa firma que se ajustan a una convención, ellas pueden encuadrarse en un estilo o pueden proponer quiebres respecto a los estilos existentes.